Últimas noticias

Ver

Letras

CINTAS AMARILLAS

Laura era tan suave, como una llovizna de setiembre.
Laura era tan frágil como un beso en la frente,
llevaba dos rubores carmín en la mejillas,
tenía mariposas de luz en la pupilas por que eran ojos nuevos,
sus ojos en la vida…
Laura, Laura, Laura..
Recogía la brisa y en su voz la devolvía.
Era como el rocío la frescura de su risa,
temblando sobre el pétalo de su boca, flor de almíbar,
delantalito pobre, remendado de alegría, crujiendo de almidón,
un jazmín parecía…
Laura, Laura, Laura…
Su carterita rota que fue marrón un día.
Sus trenzas que se ataba con cintas amarillas.
Yo la esperaba siempre, de lejos sonreía,
le daba mi manzana, que hombre me sentía, ella me daba un beso
y sin mirar corría…
Laura, Laura, Laura…
RECITADO
¡Y cómo se enojaba cuando yo le desataba las cintas amarillas!.
-¿ves?, para que no corras, si yo siempre te alcanzo- y seguía caminando
a su lado sin decir palabra, pateando pedregullos, mirándola de reojo con
mi gesto de orgullo, pero ella no me hablaba y cantaba muy bajito, ¡tan
bajito!, que acariciaba con su aliento, las flores de papel, que a un lado
del camino, bailaban con su acento. Entonces si que me sentía solo, ¡tan
solo! Y quería romper con la pedrada de mi grito, el espejo de su magia,
pero, no podía, su pequeña voz, dolía más que mi alarido en el silencio,
entonces le decía,- perdón Laura- y le llevaba la cartera hasta el
colegio… Ahora sé que la he querido tanto, tanto, tanto, pero, cómo
alcanzarla, si siempre estuve tan lejos?.
CANTADO
Laura era tan suave como una llovizna de setiembre.
Laura era tan frágil como un beso en la frente.
Laura era el amor, ese amor que todos tienen.
Laura era el amor, Laura era el amor , el primer amor que nunca vuelve…
MI HERMANO VENÍA CONMIO.


Mi hermano venía conmigo, lo compraron con un pan,
por que cambió por su hambre su sueño de libertad.
Mi hermano venía conmigo, lo compraron con un pan.
Con los puños apretados, buscamos la misma luz,
pero en cuanto abrió las manos, lo clavaron a una cruz.
Mi hermano venía conmigo buscando la misma luz.
Abrió los surcos cantando, unió la greda y el sol.
Hizo parir a la tierra y se estiró en el verdor.
Mi hermano traía en los ojos la mansedumbre del peón,
pero un grito, le trepaba, del pecho, del corazón.
Abrió la boca, alzó el brazo y silenciaron su voz.
le hablaron de paz, de trabajo y mi hermano les creyó,
le dieron para que calle un campito y un galpón.
Ya no abre surcos ni canta, ni se estira en el verdor
y no me mira a los ojos por que le duele el color.
Él sabe muy bien que potros andan lo manso de un peón,
esos, que por el hambre, no cambian el corazón.


EL ESPANTAPAJAROS

Como el dueño del sembrado, un sombrero desflecado
que al estallarle la copa, deja que escape la estopa
de su cabeza de trapo.
Al sombrero desflecado que al estallarle la copa.
Cara reseca y gastada por la lluvia despintada,
amarillenta de soles, pañuelo de mil colores
de puntas deshilachadas.
Cara reseca y gastada, amarillenta de soles.
La remendada camisa de domingos y de misas,
de agua florida y valseados,
de patios recién regados, de rubores y sonrisas.
La remendada camisa de agua florida y valseados.
Tu pantalón barullento te hace bailar con el viento,
como corriendo gaviotas,
tan lejanas y remotas como espumitas del viento.
Tu pantalón barullento que va corriendo gaviotas.
RECITADO
Y en la quietud campesina, cuando van las golondrinas
buscando otras primaveras, yo adivino en tus ojeras una lágrima sentida. Al
irse las golondrinas, quisieras irte con ellas y en las noches, cuando esfuman
tus colorinches, te acunan los grillos de alrededor, como a un Cristo
labrador, crucificado de luna, todos los grillos te acunan. Pero, ¿quién dijo
que eras dulce Cuco de madera, de los surcos el tirano, si como yo sos
esclavo de la semilla y la tierra?.
CANTADO
Si por tu cuerpo de palo sigue viviéndote el árbol
y sin temor con - te quiero - sobre tu brazo un hornero,
te fundó un puño de barro.
Cómo diciendo, ¡te quiero! Sobre tu cuerpo de palo.
Y por tu sabia dormida trepa la tierra y te aviva,
dejando el verde consuelo de una hoja que es un pañuelo,
despidiendo golondrinas...
Por ese brote, la vida, te hace quedar contra el suelo.

EL TONTO DEL PUEBLO

Una sonrisa hecha mueca en la boca y un andar cansino domo de cachorro guacho, salta por las calles, continentes de sombras, de soles y charcos.
Las manos escondidas, entre las mangas largas,
de un saco viejo, que por no tirarlo, le dieron, por que él siempre heredará las sobras y los trapos gastados y paga la doméstica bondad de las señoras que creen comprar el cielo con un par de zapatos. El anda que te anda pagando las limosnas, calza del treinta y tres, hasta el cuarenta y cuatro.
Los domingos en misa, él pasa la canasta para la eterna escuela o el nuevo hogar de ancianos. Quiere ser monaguillo para vestir de ángel y preguntarle a Dios si es que no está soñando. Le dirá el señor cura, le dirá que irá al cielo, por desinteresado y el saldrá corriendo mirando para arriba, con las pupilas llenas de lágrimas y pájaros y casi siempre son sus suelas desclavadas, las que dan con sus sueños en el barro y se ríen los malos de camisa de hilo y pantalón de paño... y con él se entretiene el triste cabecilla, ese al que todos odian y obedecen callados, al que todos festejan la brutal cobardía con que la mano cruel de aquel hijo de puta, lo revuelca en el barro.
Ríen las muchachas cuando lo ven de lejos mirarlas embobado, el seno púber, las trenzas largas, su andar de aire, los dulces lábios, sus ojos no veían mas que la luz en ello.
El hubiera querido prenderles una rosa de aromas y de sueños sobre la paz del pelo. Traviesas, al fin niñas, las incipientes hembras, juegan con su rubor y el corre avergonzado.
Si es que no lo echa el dueño de la fonda, lo sientan entre ellos los eternos borrachos, para cambiar un poco sus rutinarias vidas, la tremenda inconsciencia de sus mundos opacos. Y le temen los niños cuando pasa a su lado, por que dicen las viejas que se roba a los chicos entre los bolsillos gigantes de su saco. Y el tonto les sonríe con su mirada buena, con su cara de viejo mezcla de idiota y sabio. No tiene mas remedio que guardar las caricias entre las mangas largas que le tapan las manos y... cada pueblo tiene su tonto que lo alegra, el de patada en el culo, el eterno mandadero. Pero, ¿a donde irá el mundo, la gente, a que tristeza, si se quedara un día sin los tontos? , el que pregunta a Dios si es un ángel de veras o es un sueño que él tiene por detrás de los ojos y siente azul la voz de la respuesta: - eres mas que un ángel, por ser bueno, por ser tonto, eres manso, eres, lo que llamo... un poeta.

ABUELAS LAVANDERAS

Abuela lavandera, en la ribera un rojo pañuelo,
quiso el tiempo que tenga el color de tu piel la Ría Chuelo
Lindo cuando dejabas en la barranca, sobre la gramilla,
tendida la ropa blanca para que acueste el sol su mejilla.
En la espuma del jabón se hace milagro de agua tu risa
Y en mil sueños de burbujas viaja tu cara hasta la otra orilla.
Descalza en el repecho, vuelves cantando rumbo a la aldea,
ropitas de amor en tu pecho, la ropa del amo va en la batea.
Abuela lavandera, la pala y los hijos doblaron tu espalda,
quebraron tus caderas de mulata entera
y marchitaron tus senos que olían a fruta virgen de la selva.
Tus hijos fueron libres, te hablaron de patria y de libertad,
por la que jamás los volviste a ver, pero fuiste feliz con su felicidad
y lavando pensabas, - ser libre debe ser lo mismo que tender en la
barranca,
mi ropa blanca sobre la gramilla y esperar que el sol acueste su mejilla,
ir en burbujas de orilla en orilla y de rodillas del atardecer
así de sencilla la libertad, tiene que ser - .

AL COMPAÑERO.

La doméstica tregua de todas las tardes,
cuando el mantel de casa era un planeta de hule,
con países de migas y una mosca satélite merodeando el azúcar.
Con barcazas de pan que naufragaban siempre
y aquel casi llegar al borde de la taza,
con tu vieja o la mía tirándonos la bronca
por el pantalón roto o la lastimadura
y esa nuestra batalla que ellas no comprendían
ni comprendieron nunca.
Aquel mismo escenario, siempre diferente,
ejércitos de árboles como gigantes ciegos,
nuestra calle, que a veces fue río, otras puente,
abismos, montañas que iban y venían, l
le pusimos al mundo nuestra geografía
y verjas que eran barcos piratas y en el puente,
capitanes con ojos de mil mares y vientos,
trabucos jazmines que disparaban aromas,
de la proa cargada con azahares, del cerco,
por aquellos marinos que fuimos, sin brújula ni puerto.
Y era tanta la magia de nuestra fantasía,
que la escoba dejaba su rincón de la hilacha,
la tremenda rutina de pelusas y hollines,
para transformarse, suelta al viento las crines,
en aquellos centauros de inocencia y paja.
Así era nuestra lucha, poblada de lirismos,
donde nadie moría, donde no se perseguía jamás a los caídos,
donde llegábamos en el último instante
para arrancarnos de las garras feroces del enemigo...
y éramos héroes, si, héroes,
de niños hay una forma tan azul de ver el heroísmo.
Héroes, que rendidos al caer la tarde,
cuando mandaban tregua nuestras madres,
cambiábamos la gloria por un tazón de leche.
Hoy, este diario, me trae tu rostro subersivo,
este diario que es un pájaro de humos y de muerte,
me trae tu rostro asesinado,

DRUGSTORE

Fue una de esas madrugadas en las que uno
cree que puede descolgarse de los pulmones reventados,
el péndulo implacable del bolsillo.
Cuando uno pretende frenar el reloj de la rutina.
Cuando en medio de las voces y el humo,
uno oye el silencio, uno está ausente, uno cree que olvida.
Sacaron a un borracho a empujones, como siempre,
se quedó contra un árbol con un rosario de blasfemias.
De repente, alguien me dijo - ¡eh, tú, saca la guitarra! –
tenia una sonrisa de piano abandonado,
justo en el sol le faltaba una tecla,
las demás teclas, amarillentas, gastadas, de tiempo, de tabaco.
Una larga historia de lucha en las manos,
sin mas compensación que la sonrisa aquella.
Una boina hacia atrás en la cabeza,
el escudo de Aragón en la solapa.
Me llamó Sudamericano, ¡cómo no!,
y me cantó coplas de su tierra con esa voz cascada,
como los ríos cuando cantan con las piedras.
CANTADO
Y me habló de la guerra, de la pena,
Que después de las balas fueron todos vencidos,
Que la miseria, dejó un crespón prendido en cada puerta.
Pan con ajo y aceite y las guitarras muertas.
Y me hablaron sus manos, de la era,
de su mundo semilla, De la espera
y me hablaron sus ojos, De un alma simple y buena,
que nombrará tan solo, Una cruz de madera.
Y me habló de un hermano que se escapó a mi tierra,
Que se apagó en exilio soñando con la vuelta,
Y de la madre aquella que no pudo esperarlo,
De los perros del odio arañando las puertas.
Yo le hablé de ese sueño que él llamó Sudamérica,
De otros vencidos, vivos o muertos por la guerra,

De otra paz de rodillas que traerá la miseria
Y del vacío tremendo de las guitarras muertas.
RECITADO
Y le hablé de otras manos como las de él, labriegas
que se quedaron presas, siempre en la misma espera,
por un mundo semilla que nombrará tan solo, una cruz de madera
y saqué la guitarra, para que viva, para que cantemos juntos
yo con mis treinta y él con sus sesenta,
un tango, un jota, ¡que se yo!, una pena,
una de esas madrugadas, en las que uno cree que olvida.

LOS HIPÓCRITAS.

Le va bien, me va bien, cosas que se dicen siempre.
Que triunfó, que triunfé, somos grandes, somos fuertes.
Que es feliz, soy feliz, más que hombres somos héroes...
Él insiste con un chiste que conozco de memoria,
nos reimos por cumplido, cada cual cuenta su historia
y fingimos que vivimos, coronados por la gloria...
Yo calculos sus fracasos, él los míos los presiente.
Conocemos nuestros miedos y jugamos al valiente.
Él se cree que es gracioso, yo que soy inteligente...
Mantenemos la apariencia y hablamos con suficiencia
de las cosas de la vida, de placeres y de urgencias
que gozamos y salvamos gracias a nuestra experiencia.
Que se acuerda, que me acuerdo de miles de travesuras,
que me inventa, que le invento, cosas que no hicimos nunca
y el muñeco que creamos rompe nuestras ataduras.
Me despido, tengo apuro, él también está apurado.
Es el clásico saludo del que no va a ningún lado
y ya solos nos sentimos, tristes y desamparados.
Con sonrisas de profetas y fuerza de gladiadores,
procurando dar la imagen de los grandes triunfadores,
nuestras pobres marionetas, mueren entre bastidores.
Desinfladas y olvidadas entre miles de piolines,
con la mueca dolorosa de la vida y sus trajines,
al fin somos como somos, tan opacos y tan simples.
Tan cobardes y callados, tan hipócritas y usados.
Traicionados y traidores, queda el héroe arrodillado,
destrozado, por el cansancio del hombre.

EL ACTOR

Es un famoso señor, todos hablan de su gran valor.
Las mujeres lo quieren tocar, se desmayan al verlo pasar
y suspiran por el color de su piel y por el brillo de su mirar.
Es un esclavo de su esplendor, no tiene tiempo para el amor
y aunque le inventan de a mil por mes, él no ha querido
ni una sola vez.
Cuida su traje, su pelo y su honor,
aunque el honor lo manda a hacer también.
Las solteronas, por televisión,
se alteran al verlo tierno y soñador
y lloran si notan que desesperado, se da cuenta que "ella"
lo ha traicionado
y sienten cuando él besa el extraño calor,
del beso que la vida nunca les brindo.
Las chiquilinas cuelgan su retrato en la pared más visible del cuarto
y de noche sueñan tenerlo en su lecho,
que les diga cosas, tiernas contra el pecho.
Quisieran ser ellas, solo por un rato, las que traicionan
en el teleteatro.
Le han hecho la aureola del intelectual,
otros por ahí, dicen que es homosexual.
Mientras él departe con los periodistas,
con la suficiencia de un laureado artista,
por que alguien le ha dicho, que aunque hablen mal,
siempre en la pantalla hay que figurar.
-¡ahí viene fulano!- dirán los porteros,
¿te acuerdas cuando era un pobre limosnero?
y abrirán las puertas con gesto cordial,
poniendo esa cara de propina mensual,
por que siempre tienen las cosas su precio,
según la limosna, se es loco o genial.
RECITAD
Siempre está en la honda, siempre está en la justa de lo que se estila o
lo que no se usa. Cobra por fumar los cigarrillos tal o por decir que la
gaseosa fulana es brutal y a pesar de sus cosas confusas, declara que
ama la igualdad social.

Hay un montón que no dejan de elogiar su talento, su genio singular y lo
siguen mansos y obsecuentes, `por que sueñan con ocupar algún día su
lugar.
¿Y él?.
Él es un ajeno de la ternura, ama solo su voz, su figura.
Nunca pudo romper las cadenas, amar una mujer sino bonita,
buena.
Mirarla a los ojos, beber su dulzura, compartir sus penas, compartir
venturas.
Compra su elegancia, su risa y su nombre,
pero no ha comprado la verdad de un hombre,
ese que al final de esta vida vana,
siente que alguien llora a un lado de la cama
y cierra los ojos en paz por que sabe,
que alguien rezará por su alma mañana.

EL VIEJO

La pieza llena de fotos de color
así lo fue invadiendo su nieto mayor.
Ya no se puede fumar, ya no se puede soñar ni leer hasta
mañana, dicen que es por su salud.
No hay que gastar tanta luz, hay que cerrar las persianas.
Ya no hay manchas de humedad, países de soledad de
aquellas paredes blancas que la luna azul bañaba.
Su imaginación fundaba pueblos en todas las manchas.
CANTADO
Ya no es dueño del rincón, de la mesa y el sillón
y la silla desclavada.
Ya no se puede tener,
la ropa como hasta ayer, sin colgar desordenada.
Ni cantar en la quietud coplas de su juventud,
en lo oscuro y en voz baja, aquella quebrada voz,
que fue minando la tos pero que sigue afinada.
Ya no se puede quedar hasta después de cenar
aun con la mesa tendida.
También el vino hace mal
y el calor que da el hogar ¡cómo ha cambiado la vida!.
RECITADO
El cigarro deja olor, el cigarrillo peor, la pipa es muy anticuada
y cuando vinga el señor novio de la menor, hay que vestirse de
gala.
y no se le ocurra hablar en la reunión familiar, decir cosas
incoherentes, si no lo mandan callar, lo empiezan a marginar
con que hoy todo es diferente.
Es ridícula y sencilla la fiesta de sus rodillas, los niños ya no
son niños. Queda mal sacar la silla o salir de tardecita a charlar
con los vecinos y si se ríe tal vez, de la eterna estupidez y
quiere dar un consejo, se calla, la ve venir, sabe que le han de
decir que habla, por que está, viejo.
CANTADO
Se levanta al aclarar y sale al patio a tomar

un mate en silencios largos
y silbando quedamente, como si estuviera ausente,
le pone alpiste al canario.
Y el limonero del fondo le deja el suspiro hondo
de azahares en primavera.
Barco de gastada quilla le rueda por la mejilla,
el pibe que aun conserva.
Se puso a recordar cuentos y a revolver los armarios como
buscando el pasado. Alguien le volvería a dar, a sus brazos, el
lugar de refúgio, de cobijo. Alguien a quien acunar, a quien
comprar caramelos, quien lo volvería a llamar como en un
trino, abuelo, por quien inventar fantasías, cuando el sol
incendia el aire... total, para un viejo, nunca es tarde.

El loco de la vía

El loco de la vía vivía en la vía por donde corría con monotonía el tren... a
horario, con atraso, pero todos los días. Tenía una casa barata, chata,
además de lata, techo que había hecho, con esos deshechos que se
encuentra a gatas, en la precaria orilla ferroviaria. Tenía un perro
puntiagudo, con alma de felpudo, que siempre estaba echado, como
entredormido, parecía cansado con un solo ladrido. Con un grillo minúsculo
atornillaba crepúsculos y en el barro violeta de la quieta cuneta, una luna
roja de sangre se le antoja la luz de la barrera. El loco de la vía abría a las
mañanas una ventana nueva con cortinas finas de estrellas vespertinas y en
el humo alargado de su fuego gastado elevaba y ondeaba una blanca bandera
más alta y más grata que la del guardabarreras. Tenía una mirada suburbana
entre verde y cansada y aunque veía parecía que ya no miraba, o que no le
importaba todo lo que había. Una voz de vino, amarga que a muchos les dolía,
y cuando el tren pasaba con su marcha cansina, rutina encadenada, él no
decía nada, pero, se sonreía, y molestaba, claro, al oficinista, que desviaba la
vista con el sentido práctico de los burocráticos que viven de rodillas tras
las ventanillas y que creen sólo en las cosas que están en las planillas.
A la señora beata santa mojigata con alma de rosario y de pecado diario que
con recogimiento y arrepentimiento de confesionario siempre se escondía
del loco de la vía, claro como no pedía, ¡ah! Sí hubiera ido por la sacristía, si
hubiera sido como los demás que lamían consuelos no les molestaría, Y hasta
pagaría con una limosna la paz en el cielo. Al señor pudoroso, serio,
moralista, ese que da el asiento, correcto, educado que por las noches vive
en el mareo loco devaneo de plumas de coristas y un amor pagado, al pseudo
inteligente con cara de valiente, de duro intransigente, que se cree
reformista, que cuando lo veía, al lado de la vía, al sol sin la camisa, desafiar
al mundo con su risa, comprendía que él, también iba en el tren, el de todos
los días. Al político, retórico, critico por que no lo votaba el loco de la vía, a
los poderosos por que era orgulloso, a los desgraciados por que no era
esclavo, a la hipocresía por que no creía y a los mansos por que se
comprometía, claro les molestaba porque aún callado, nunca se callaba, es
que era un mal ejemplo el loco de la vía, había que aplastarlo, borrarlo,
desterrarlo no vaya a ser que un día quieran imitarlo, es un enemigo, vive al
sol, no es mendigo, y hasta a veces, canta, es un subversivo... y vinieron
veinte carros de asalto, cuatro de explosivos, un camión de la perrera, un
destornillador para aflojar los grillos, máscaras antigases, carros
autobombas, sesenta mil mangueras para aplacar el humo blanco de su
blanca bandera. Le aplastaron la casa barata y chata, le expropiaron al
perro puntiagudo con alma de felpudo. El loco de la vía reía todavía, y gritó

libertad, con su voz que dolía, - este ya está en la lista - dijo el oficinista, y
la santa señora en un avemaría pasaba la alcancía, el señor circunspecto
miraba muy correcto, los hipócritas se compadecían, el político crítico con
sentido analítico dijo que era anárquico que su fin era típico, los poderosos
repetía con gozo, es un ejemplo claro, la libertad no existe, -- decían los
esclavos y los mansos con quietud de remanso rezaban y un cura les decía
arrodillados hijos, siempre arrodillados hijos...
Y así se lo llevaron al LOCO DE LA VÍA. Y en su lugar de lata de lunas
escarlatas con ventanas nuevas todas las mañanas con cortinas finas de
estrellas vespertinas, picotean el crepúsculo de algún grillo minúsculo unas
cuantas gallinas.