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El loco de la vía
El loco de la vía vivía en la vía por donde corría con monotonía el tren… a
horario, con atraso, pero todos los días. Tenía una casa barata, chata,
además de lata, techo que había hecho, con esos deshechos que se
encuentra a gatas, en la precaria orilla ferroviaria. Tenía un perro
puntiagudo, con alma de felpudo, que siempre estaba echado, como
entredormido, parecía cansado con un solo ladrido. Con un grillo minúsculo
atornillaba crepúsculos y en el barro violeta de la quieta cuneta, una luna
roja de sangre se le antoja la luz de la barrera. El loco de la vía abría a las
mañanas una ventana nueva con cortinas finas de estrellas vespertinas y en
el humo alargado de su fuego gastado elevaba y ondeaba una blanca bandera
más alta y más grata que la del guardabarreras. Tenía una mirada suburbana
entre verde y cansada y aunque veía parecía que ya no miraba, o que no le
importaba todo lo que había. Una voz de vino, amarga que a muchos les dolía,
y cuando el tren pasaba con su marcha cansina, rutina encadenada, él no
decía nada, pero, se sonreía, y molestaba, claro, al oficinista, que desviaba la
vista con el sentido práctico de los burocráticos que viven de rodillas tras
las ventanillas y que creen sólo en las cosas que están en las planillas.
A la señora beata santa mojigata con alma de rosario y de pecado diario que
con recogimiento y arrepentimiento de confesionario siempre se escondía
del loco de la vía, claro como no pedía, ¡ah! Sí hubiera ido por la sacristía, si
hubiera sido como los demás que lamían consuelos no les molestaría, Y hasta
pagaría con una limosna la paz en el cielo. Al señor pudoroso, serio,
moralista, ese que da el asiento, correcto, educado que por las noches vive
en el mareo loco devaneo de plumas de coristas y un amor pagado, al pseudo
inteligente con cara de valiente, de duro intransigente, que se cree
reformista, que cuando lo veía, al lado de la vía, al sol sin la camisa, desafiar
al mundo con su risa, comprendía que él, también iba en el tren, el de todos
los días. Al político, retórico, critico por que no lo votaba el loco de la vía, a
los poderosos por que era orgulloso, a los desgraciados por que no era
esclavo, a la hipocresía por que no creía y a los mansos por que se
comprometía, claro les molestaba porque aún callado, nunca se callaba, es
que era un mal ejemplo el loco de la vía, había que aplastarlo, borrarlo,
desterrarlo no vaya a ser que un día quieran imitarlo, es un enemigo, vive al
sol, no es mendigo, y hasta a veces, canta, es un subversivo… y vinieron
veinte carros de asalto, cuatro de explosivos, un camión de la perrera, un
destornillador para aflojar los grillos, máscaras antigases, carros
autobombas, sesenta mil mangueras para aplacar el humo blanco de su
blanca bandera. Le aplastaron la casa barata y chata, le expropiaron al
perro puntiagudo con alma de felpudo. El loco de la vía reía todavía, y gritó
libertad, con su voz que dolía, – este ya está en la lista – dijo el oficinista, y
la santa señora en un avemaría pasaba la alcancía, el señor circunspecto
miraba muy correcto, los hipócritas se compadecían, el político crítico con
sentido analítico dijo que era anárquico que su fin era típico, los poderosos
repetía con gozo, es un ejemplo claro, la libertad no existe, — decían los
esclavos y los mansos con quietud de remanso rezaban y un cura les decía
arrodillados hijos, siempre arrodillados hijos…
Y así se lo llevaron al LOCO DE LA VÍA. Y en su lugar de lata de lunas
escarlatas con ventanas nuevas todas las mañanas con cortinas finas de
estrellas vespertinas, picotean el crepúsculo de algún grillo minúsculo unas
cuantas gallinas.
Pequeño manual del reprimido
El loco de la vía, nació en plena era del confort a crédito. El auto, el
piso, la heladera, las pantuflas, las desinformaciones del periódico, el
Mercachifle de un televisor, que invariablemente a diario en cada casa
abre su valijita de sorpresa, como aquellos charlatanes callejeros de
sonrisa canallesca y la serpiente al cuello. Dentífricos que curan el pie
plano, que hacen crecer enanos. Desodorantes que incitan al amor, que
salvan la pareja. Detergentes que quitan cualquier mancha, aún las de
conciencia. Jabones para el cutis de la estrella oportunista, usted
puede ser como ella, pásese por el cutis el talento. La juventud que ve
la vida color rosa, gracias a una chispa de gaseosa. Cigarrillos, rubios,
verdes, amarillos, de todos los colores, menos rojos o negros, que
hacen mal a los pulmones del vaquero de sonrisa de costado o que allá
en las rocallosas, entre cactus, coyotes, y musiquita de violín
desafinado, nos convence que morir, por morir intoxicados, lo hagamos
con tabaco americano.
Fútbol, fútbol y más fútbol. Declaraciones del hipócrita de turno y más
fútbol otra vez.
El figurín de moda que con voz espasmódica y gestos relamidos, nos
muestra las islas del pacífico, como marco a sus canciones virginales.
Curas que nos dicen que hay que tener paciencia que hay que poner la
otra mejilla, hasta que nos vuelvan idiotas a sopapos, habrá que seguir
esperando de rodillas.
Ya es el fin. El fenicio cierra su maleta y como despedida nos muestra
la careta sonriente del que manda, entre los pliegues de la bandera y
los triunfales acordes del himno de la patria.
Cantado
Y fue un domingo de madrinas gordas
y curas sonrientes,
de monaguillos, ángeles burócratas,
que prendidos a la manga del padrino
por una limosna,
le lavaron el pecado original,
así entró en el paraíso terrenal.
Recitado
¡Ya es un santo! ¡ Y ya es un santo!. Dijo una señora de mantilla, misal y
rosario, rígida como un cirio, para la que en su enferma beatitud, la
vida era un pecado, el amor, otro pecado, la carne ¡uy! que pecado, y
más pecado aún si la carne, la vida y el amor, eran de los demás. Se
santiguaron y se fueron a seguir pecando con religiosidad.
Cantado
Su papá era un señor disciplinado,
dueño de la verdad,
como un Dios de sabio y de lejano.
Su mamá, acostumbrada a obedecer
por miedo a envejecer,
sin tener el pan y el techo asegurado
o sea, un matrimonio bien formado.
Su papa se hubiera ido con aquella bailarina del bajo, mezcla de
perfume de oriente con albahaca de barrio, casquivana, envuelta en el
misterio de sus ojos rasgados, pero y el que dirán y la novia, y la madre
de la novia, que tenía todo arreglado. ¡Ah! La novia, ella que la educaron
para soñar siempre con la iglesia y el vestido blanco, la gente de
etiqueta, les veía la cara a todos, menos al novio, pero que importaba,
el asunto era casarse, mire, casi era como si hubiera nacido solamente
para eso, claro que de preferir, prefería aquel actor de moda que
nunca le había hablado, o aquel vecino tonto y antipático ¡eh! A veces no
se puede hacer lo que uno quiere, mas vale pájaro en mano que cien
volando, primero la obligación, después la devoción, hay que forjarse el
futuro, total el amor con los años y los hijos viene.
Cantado
Le inculcaron la obediencia
y el deber, lo bueno y lo malo,
el misterio de la vida y el nacer
la moral inmoral de lo prohibido,
un cielo prometido,
el pecado mortal con la mujer,
la patria y otros cuentos a saber.
Recitado
Toma la sopa, tomas la sopa, que sino va a venir el coco y entre los dos
terrores elegía la sopa, y de noche lloraba de dolor de estómago y de
miedo. Hay que ser bueno, muy bueno, por que sino los reyes magos no
te traen nada este año. El misterio era saber que era ser bueno, más
que los reyes magos, ser bueno es hacer siempre lo que ellos quieren, lo
supo con los años. Y cuando Eva le dio la manzana a Adán, (no iba a
esperar a que se le pudriera) la cigüeña que es un ave de guardapolvo
blanco, guantes de goma y estetoscopio colgando, trajo a Caín y a Abel
desde París. , Y ¿QUIÉN APARECIÓ ENTONCES eh? La maestra,
castradora, semidiosa, con su edípica ventaja de segunda madre, sacó
de su galera de convencionalismos, próceres serios de patillas largas,
militares enojados con el adversario. Los militares siempre tienen
adversarios, frailes beatíficos, metidos en política, héroes decididos a
salvar a la patria, la patria que es un sitio que defiende muchos para
que unos pocos vivan a sus anchas, patria, patricio, patrón, patriarca,
patraña, sacó himnos triunfalistas, banderas, ¿banderas?, banderines,
banderolas, vandalismo, bandidos, historias en las que siempre triunfa
el bueno, entre comillas, así nació la carne de cañón, el no te metas, la
reserva del futuro.
Cantado
La competencia, las luchas a destajo
sin oír ni ver, al trepar el dolor de los de abajo.
A forjarse cada uno su futuro
y aunque resulte duro,
a respetar sin chistar la ley del juego
la famosa ley del gallinero.
Recitado
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Y así fue como un niño normal, educadito sumiso y
sin color, que iba a misa todos los domingos y a pesar de su rubor con
las mujeres, pensaba en los placeres y oscilaba entre el diablo y la
inocencia, su pobre y reprimida adolescencia.
Canción para una lágrima
Era de nácar y luz,
esmeralda matinal.
Era un trino canto miel
en el pico de un gorrión,
tímido temblor, azul.
Era un suspiro de sol,
sobre un pétalo de flor.
Era un sueño musical
en el ala tornasol,
de una mariposa de cristal.
Así era la lágrima sentida,
la primera que en la vida,
nos llora el corazón.
Cuando la inocencia nos habita
y en el pecho nos palpita
cristalina una ilusión.
Hoy encuentro en tu mirar
esa lágrima de amor.
Quisiera ser un gorrión
para poderte robar
en un beso el corazón.
Quiero emborracharme con tu boca
las mariposas locas
del poeta que hay en mí.
Déjame una lágrima siquiera
para prendérmela al alma
cuando ya no estés aquí.
El casamiento
Y llegó otro amor menos poesía pero más seguro, sin esa aventura de
tal vez mañana ya no nos veremos. Un amor conjugado en solo tiempo
presente. Un amor que ponía las horas en su sitio, un amor costumbre,
un amor con ese idioma cotidiano de pensar en el nido, y envejecer
cuidando el ala de los hijos, para que un día de pronto se suelten a
volar, un cielo rutinario, para escribir la historia de cada hombre
distinto exactamente igual.
Cantado
En el tira y afloja de los sentimientos
ella con su halo de virgen ruborosa
en el papel sumiso de noviecita sosa,
él atildado siempre elegante,
posesivo el modo, protector el gesto
cayeron en la trampa, cayeron en la trampa,
del casamiento.
Luego la suegra lo dispuso todo,
vistió al suegro de traje azul marino,
eligió la iglesia, el cura, los padrinos
a su capricho. Tras de su velo, vigila alerta,
con tanto celo, que en la noche de bodas,
que en la noche de bodas, no estuvo por un
pelo.
Recitado
Firmaron un contrato por un amor eterno
y cuando el hecho estuvo consumado, sin remedio
Tratando de caer en brazos de su yerno,
en un desmayo para las fotos de instantes tiernos,
con un ojo abierto, bendijo el matrimonio
con su llanto materno.
Se dijeron las cosas que se dicen siempre,
que si gana una hija, que si pierde un hijo,
el arroz, el chiste feroz de algún amigo,
y ellos radiantes, rosas sonrientes,
muestran los dientes para el retrato,
por fin han conseguido llevarse al agua
al gato.
Cantado
La vieja que llora la pérdida del nene
por culpa de esa intrusa, silente, entrometida
que vino a robarle el amor de su vida.
Gime el padrino en la sacristía,
protesta el cura, con coro y con alfombra,
con coro y con alfombras con flores y con misa
aumenta la factura.
Una luna de miel postales y recuerdos,
ella que lo inspira, que lo vuelve poeta,
él se siente un héroe, Adán, superatleta,
y en nueve meses, entre escarpines y pañoletas
crecerá una flor, crecerá una flor de luz y
competencia, para las abuelas.
Nacimiento del hijo
Va a ser médico, decía el abuelo pensando en sus achaques.
Abogado, decía un tío al que volvían loco los acreedores
con la orden del juez para un embargo. Va a ser futbolista,
sacudió el silencio con su voz de tribuna, otro tío a quien
el fútbol había convertido en un robot con la materia gris
siempre fuera de juego.
Va a ser sacerdote, dijo la abuela, acariciando la idea de que por ese
enchufe podría llevar la voz cantante en el rosario.
Dios nos libre, dijo la otra, va a ser soldado, que pase lo que pase,
siempre tienen el pasar asegurado.
Que sea lo que él quiera, decía la madre, pensando en que más
adelante ya vería ella lo que más le convenía, y el padre
en un rincón soñaba…
Ha nacido mi hijo, todavía huele al pecho de su madre,
huele a sexo, a sangre florecida, viene oliendo
a vida.
Su madre quiere que le cante una canción de cuna
con angelitos gordos que le velen el sueño,
con hadas milagrosas, con duendes bondadosos.
Yo no puedo dormirlo con pobres fantasías,
yo quiero que despierte, a la luz a la muerte
que le dará la vida.
Más allá hay un mañana del que será testigo,
más allá de la luz enferma de este siglo,
más allá del presente, cobarde y confundido
tendrá que ser un hombre, mejor de lo que he sido
y deberá cambiar lo que nunca he podido.
Su mundo será otro, cósmico, infinito, que el amor
no le quepa entre cuatro fronteras.
Deberá despegar de este mapa amarillo,
de este globo pinchado, errante, dividido
y deberá llegar al ser más solitario,
al planeta más lejano, hasta el mundo más mínimo,
para gritarles: – ¡Vivo!, – ¡Soy dueño de mí mismo!
y ¡Vivo!.
El tiempo (Canción del segundo)
Tiempo, no tengo tiempo para nada. Aquí, el milagro de la vida,
allí, el naufragio de la muerte. Todo, en casi nada de tiempo.
¡Que poco tiempo para perderse en el tiempo!. Llegará el tiempo
en que hoy, fue hace tiempo. Por que pasa el tiempo sí total
tiene tiempo. Y llueven, siglos, años, meses, días, horas, minutos,
segundos, ¡qué mal tiempo!.
Cantado
En un segundo, la luz pone fronteras
en las sombras,
es la vida en su segundo.
En un segundo, se hacen pasado
el presente y el futuro.
En su segundo, el hongo fatal,
oscurece el sol, y de este mundo,
quedará el hollín de los huesos calcinados.
En un segundo, estará todo terminado.
En un segundo se hace un amo,
basta un esclavo mudo.
La libertad es un segundo.
En un segundo, el amor, que creímos nuestro
tomó por otro rumbo,
En un segundo la soledad, la indiferencia.
En un segundo,
En un segundo, la traición te muerde los pulmones.
En un segundo, la razón, se queda sin razones.
Estribillo
Y no hay quien frene la locura del reloj,
eternidad redonda de vida y muerte.
Millones de relojes sin parar,
y cada uno con horas diferentes.
En un segundo, las agujas, que tienen
señalada, la gloria del mañana,
pueden poblar toda esta noche de campanas.
En un segundo llega la aurora, será la hora
feliz del triunfo.
Y la verdad tantas veces postergada,
será una flor abierta, en cada campanada.
Y no hay quien frene…
La Rutina (El tren)
Por la vía de los días, va la vida como un tren.
Como un tren desesperado, que no llega a ningún lado,
cada vez más apurado, más violento cada vez.
Va en su ritmo enloquecido, con su carga de oprimidos
van dormidos los cansados, la esperanza la colgaron
en el clavo del olvido, van sin fe, desengañados.
Desvalidos y alienados, idealistas y mendigos,
juntan sol en los bolsillos para el hambre o para el canto,
como pan o como rayo, como luz o como abrigo…
Donde van, donde van…
Prostitutas muy astutas, que se venden con descaro
mientras otras con recato, van rezando con mesura,
entre un cura y un soldado, un beato y una pura.
Traficantes opulentes, un verdugo asalariado, un fenicio con su oficio de
estafarte más barato, una monja y su rosario, intrigantes, obsecuentes,
un cafishio un confidente, y burgueses, pobres gatos.
Poderosos empresarios, compran todo con denarios.
No le dan más importancia que a la pérdida o ganancia
de su imperio monetario. No les duelen las maneras,
son capaces por monedas, de llevarte hasta el calvario.
Pacifistas y exaltados, convencidos o comprados,
apocados triunfalistas, mequetrefes de la moda,
respetables sinvergüenzas que se mezclan con los sabios,
energúmenos de turno, moralistas en desuso,
con las vueltas de la noria, van perdiendo la memoria,
con la gloria y los abusos y el poder que los traiciona
se convierten en corruptos, los peores de la historia.
Donde van, donde van…
Van los nobles sin un cobre, van los pobres que son nobles, va el payaso y el
gracioso, el obrero y el ocioso,
con el intelectualoide, el honrado y el mafioso,
va el burócrata y el ácrata, aristócratas y esclavos, nuevos ricos y
enchufados, el tirano y el demócrata.
Llora el bueno, ríe el malo, el mediocre y el tecnócrata
el enano que ha crecido y se siente un dios subido,
a su triunfo de cartón, y que esconde en el dinero sus miserias de rastrero y
su cola de ratón.
Va el idiota y el valiente, el patriota, el mercenario, el travestí y el fumado
el eterno indiferente
que se esconde tras el diario, de sí mismo y de la gente. Van los niños
olvidados, la ternura sin amparo,
la inocencia traicionada por tabúes, por engaños,
estos niños están listos y mañana marcharán
en el tren desesperado que no llega a ningún lado, que no sabe a donde va,
con un grito desgarrado,
que lástima los costados de la enferma sociedad
Libertad, libertad, libertad…
Recitado
A la calle
a buscarlo al torbellino,
a la infame carrera sin sentido,
a poner el pie al que viene al lado.
A vender hasta la madre, a ser vendido.
A besar el pie del amo
a oxidarse en las fábricas, como una máquina más,
en el olvido.
O tragar siglos de sellos y de tinta,
ser un expediente más en la oficina.
Vamos, que el pan no nuestro de cada día
todo lo justifica.
Nada de versos, ni de pájaros,
no se permite, ni un sueño, ni poesía.
Los poetas están llenos de pájaros,
por eso, sueltan alas cuando abren la boca.
Compañera, si pudiéramos pararnos a oír
crecer los árboles, o intuir el aleteo
de las mariposas. Asombrarnos con los pequeños milagros
de la vida. Compañera, es que pasamos de largo casi siempre,
si pudiéramos amarnos sin violencia, lentamente,
abrirnos al sol de nuevo hijo sin pensar
si nos alcanza el bolsillo, cuando nos debería bastar la vida
para hacer la vida.
Si pudiéramos estar poro a poro y con todos los sentidos
latiendo en cada estambre, en cada pétalo,
en cada explosión vital, aún en la más mínima.
Vivir desde cada célula, intensamente pero en paz,
oler a rocío por las noches y a sol. En las mañanas
despertar sin que el martillo de los días
intente clavarnos un número a la espalda.
Si pudiéramos vivir, romper las cadenas.
El Pan (La fábrica)
Cantado
Se pobló la aurora con escavadoras,
de dientes feroces y asesinos.
La locura diaria de la maquinaria,
astilló el espejo manso de los grillos.
Condenaron a muerte la luz y el verde,
proscribieron los pájaros, las flores,
y en una mañana, gris e intoxicada,
se suicidaron de sombra, los colores.
Se tragó la fábrica, los sueños, la vida,
se tragó las mentes y los brazos,
bajo un sol violeta, una madre aquieta,
un niño de humo en el regazo.
Negreando azoteas, altas chimeneas,
lamen con su roja llamarada,
la paz proletaria, lenta y rutinaria,
densa, como el hollin en las veredas.
Recitado
Con paso doliente, marchan lentamente los hombres,
hacia la boca del monstruo que indolente
especula con el pan, con los ojos de los hijos que
esperan y preguntan, con la horfandad, que ahondan
los indiferentes. Numera las espaldas, aplasta
dignidades, lubrica con sus sangres sus miles de
engranajes, chupa sus fuerzas lentamente,
luego los vomita, vencidos, alienados, y esa tos
y un sueldo miserable, es todo lo que da…
En la ronda crepuscular de los domingos,
Más alla del naipe manoseado, más allá del vino
adulterado, con los ojos fijos en el techo
hay más de una puteada de dientes apretados.
Cantado
Por eso, ten cuidado, vigila tus costados,
afila tus garras asesinas,
que entre tus cimientos puede estar creciendo
una flor valiente y clandestina.
No vaya a ser que un día , violenta y subersiva,
vuelva a poner en las ventanas,
los pájaros, un grillo, el aire azul, el brillo,
la vida nueva y liberada,
la vida nueva y liberada,
la vida nueva y liberada,
la vida nueva y libertada.
Hermano mío del Planeta (Himno final)
Hermano mío del planeta,
flor entre la violencia y el hastío,
en la locura de esta era,
mueren tus sueños y los míos.
Hermano mío del planeta,
que soledad de multitudes,
que ciega y torpe su carrera,
que torbellino los aturde.
Hermano mío del planeta,
fundemos la aurora de los hombres,
entre la muerte y las cadenas,
que crezcan de nuestros huesos flores.
Abramos todas las compuertas,
que la luz desvele los rincones,
hasta enloquecer de paz la vida nueva,
que estallen de amor los corazones.
Hermano, hermano mío hemos perdido,
el tiempo y la niñez se rompen,
ya es hora de oír como el rocío
resbala lentamente por el polen,
De ver como el crepúsculo marea,
de sangre la frágil amapola,
y oir el secreto de la brisa
como el aliento verde de las hojas.
HERMANO, hermano mío del planeta,
mañana, mañana, será tarde entonces,
pongámonos en marcha antes que venga
a roernos la nada entre neutrones.